martes, 11 de junio de 2013

La "Taqui", en la fotografía de 1954.




La "Taqui" abajo, junto al de la gorra y en brazos de Tasina
Mari  Sol me ha enviado de nuevo la fotografía del año 1954 con los nombres de todas las personas que aparecen en ella. Entre las personas hay una pequeña perra, llamada Taqui, que hubo y vivió, durante muchos años, en casa de mis tíos Anastasio y Anselma. Ella va a ser hoy el motivo de mi comentario.
La "Taqui" era la alegría de la casa, y también de la huerta, del prado, de la era, etc. etc., pues no otra cosa mostraba siempre a los que vivían en ella y también a los que llegaban de visita o pasaban cerca cuando se encontraba en la calle o en el campo. Porque les acompañaba a todos los lugares de trabajo o diversión. Cuando salían los carros, grande (el de las vacas o mulas) y pequeño (el de varas que arrastraba el morico) ella se colocaba al lado y los seguía hasta el lugar de trabajo. Y lo mismo  a mis tíos y primos, siempre que salían de casa hacia la bodega, o la era, o para visitar a alguien, allí estaba la perrita siempre a su lado. Y es que, juguetona y nerviosa como era, no podía estar quieta. Además aullaba cada poco ante el menor ruido o cambio que observase dentro o fuera de la casa.
Si alguien llamaba a la puerta se oía incluso su “guau, guau…” antes que el golpe del llamador en la misma. Y su suave ladrido era el primer saludo para los visitantes.
Había otros perros y perras, grande y pequeños, en el pueblo, pero para esta familia, la Taqui era algo distinto y especial. Se la quería mucho y se la respetaba, pues se conocían bien sus reacciones y su forma de actuar. Y es que, a pesar de los ladridos y enfados aparentes, sobre todo ante los desconocidos, no mordía a nadie por mucho que fuese su acercamiento a las personas. Personalmente recuerdo que me lo pasaba muy bien con ella, aunque en los niños suele haber cierto miedo o reparo. Pero en este caso no, pues su enfado o aparente agresión eran siempre la señal de un mayor acercamiento a ella.
En la fotografía solamente se ve de la Taqui su hocico, oreja y algo de su cuerpo. Está en  los brazos de Tasina, una de las primas. Se llevaba muy bien con ella, pero también lo pasaban bien los demás: Angelín, Candelas, Nieves y, cómo no, el siempre recordado Pepe. Para ellos lo mismo que para mis tíos Anastasio y Anselma y todos los familiares, la perrita fue durante muchos años como uno más de esta familia.
Las imágenes, y más si son antiguas, son vivo reflejo del pasado. He centrado el comentario de hoy en la perrita “Taqui”, por ser la que más oculta está, hacia el centro de la foto. Y además tiene su hocico abierto, como queriendo saludar al fotógrafo y llamar la atención a todos. Otro día comentaré más cosas de esta fotografía, que es muy sugerente y fácil para el recuerdo.







lunes, 10 de junio de 2013

Imágenes del pasado: Grupo de personas, año 1954.




Hace unos días recibí un correo de Mª Sol de Castro, la hija de Carmen y de mi querido y añorado primo Pepe, fallecido hace ya un tiempo. Adjunto al correo me enviaba unas fotografías antiguas, algunas de hace ya más de 60 años, que le habían dejado Juan Antonio y su mujer, seguramente que procedentes de alguno que vivió o vive en el pueblo.
Hoy publico una de ellas en esta sección de imágenes del pasado para que todos los que se acerquen a este blog “El Trébano de Joarilla” puedan conocer, admirar y sorprenderse de la imagen. Y no es para menos, pues, como toda imagen antigua, tiene un gran contenido desde el punto de vista personal y también social.
La foto parece haber sido hecha en un patio o corral de una casa, a juzgar por la tenada y la caseta que hay al lado. Y como si se hubiese sido con motivo de una fiesta en la que no faltaba la comida: se ven cazuelas, fuentes, fruteros, botellas, algún sifón, cafetera, y algunas otras cosas que no se distinguen muy bien. Y hasta mi tío Carlos anuncia Conservas Albo la empresa en la que pasó toda su vida.
Hay cosas curiosas en la imagen: Alguien, creo que sea la prima Nieves, tiene un balde, de los de llevar la ropa a lavar, sobre la cabeza, y otro, tal vez el abuelo Sixto se muestra con un palo, como si fuese la vara de mando, en su mano. Y del perro qué vamos a decir, está como expectante y saludando  al fotógrafo y a su cámara, que, por cierto me gustaría saber quien fue.
Son personas de varias familias con algunos de estos apellidos: Mencía, Calzadilla, de Castro, Robles, Bajo, Gago, etc. Seguro que habrá algunos más, pero lo desconozco. Por supuesto que la imagen nos ayuda a recordar y añorar a todos los que ya han fallecido, familiares y no familiares. Para esto y mucho más sirven también las fotografías.
De vez en cuando publico en mis blogs imágenes del pasado, pues son las que mejor reflejan o muestran, no solo a personas o grupos, sino también escenas de la vida y costumbres. Y, cómo no,  trabajos, oficios, diversiones y entretenimientos,  momentos agradables y otros no exentos de penalidades y miserias, en su caso. Todo se puede ver y conocer a través de las imágenes del pasado.
Como no dispongo de muchas fotos antiguas, como la que mostramos hoy, invito a quienes se acerquen a este blog y que las tengan, me las envíen, para publicarlas y para que todos, residan o no en el pueblo, puedan verlas, admirarlas y, a través de ellas conocer un poco más y mejor el pasado de Joarilla. 


domingo, 9 de junio de 2013

Calle San Miguel.



Al llegar a Joarilla vemos el cementerio, y se entra por la calle San Miguel.
A llegar a Joarilla por el norte, se entra por esta calle así denominada porque enlaza con el camino, ahora carretera, que conduce a este pequeño pueblo, perteneciente también al Ayuntamiento, junto con Valdespino Vaca. Y es una de las entradas y salidas del pueblo más frecuentadas, pues por ella se va también a  Villeza y Vallecillo, en donde se enlaza con la carretera hacia León, o un poco más lejos, ya en Las Grañeras o en el Burgo Ranero, con la autovía que llega también hasta la capital.
Al final de la calle de san Miguel, a pocos metros del pueblo y muy cerca de la carretera se encuentra el cementerio municipal, visitado con frecuencia, sobre todo en días especiales, por vecinos y emigrantes que tienen algún familiar allí enterrado, o cuando se celebra algún funeral, al que suele acudir todo el pueblo.

Puerta de entrada al cementerio.
Interior del cementerio.
Antes de llegar al cementerio podemos ver todavía lo que queda del antiguo transformador, al que antiguamente iba, con frecuencia, el Sr. Higinio, electricista por las décadas de 1950 y 1960, cuando se fundían los plomos por motivos diversos, o cuando ocurría cualquier otra avería en el tendido eléctrico.

El antiguo transformador.
Hubo una época en que, no lejos del transformador había un pequeño huerto con pozo, el pozo de Eriberto. A él acudíamos muchos a por agua, porque era de calidad y porque el pozo de la plaza iba mermando su producción. Seguro que muchos vecinos de Joarilla todavía se acuerdan de Eriberto, y no sólo por el pozo, sino también por otras muchas cosas relacionadas con su vida y su proceder. Era una de las personas bondadosas, amables, y también graciosas, que había en Joarila. 
Las casas de la calle San Miguel eran, en su mayoría, de adobe o tapial y había también algunos solares.  Frente a la casa de Martín y su familia, que vivían en ella, había una amplia pradera que hacía de era, para trillar en el verano. Desde este lugar se llagaba fácilmente al Trébano,  pues estaba a no mucha distancia.
En la calle vivían, entre otros, el amigo Bonis (su nombre era Bonifacio) pero todos lo llamábamos así. Un luchador por la vida que, como tantos otros, tuvo que emigrar para poder vivir mejor. Y creo que lo consiguiese.
Vivían, además de Martín, al que ya he mencionado, Máximo y su familia; José, Marcelino  y familia, etc. Sobre José recuerdo que se le llamaba Ceinos, tal vez por el apellido, o porque procedía o era natural de la localidad así denominada. Era la calle de la señora Heladia, la panadera, sobre cuyo oficio y personas ya escribí en este blog. Y muchos otros cuyos nombre no recuerdo, aunque sí su imagen exterior y algunas de sus costumbres y  forma de vivir.
De esta calle partía la del Chopo, por entonces llena siempre de barro y agua, sobre todo  en tiempo de lluvias. A ella daban la parte de atrás de algunas calles como la del Puente.
Por la calle pasaba y paseaba mucha gente. Unos iban hacia el pueblo, San Miguel de Montañán, por algún motivo especial, otros para ir a coger el coche de León en Vallecillo, otros a trabajar en las viñas o tierras que hay a ambos lados del camino, ahora pequeña carretera, etc. Y se iba, de ordinario andando, pues la distancia es corta, poco más de un kilómetro, y el paisaje agradable. Así hicieron, casi siempre, el médico y el practicante del Ayuntamiento de Joarilla, cada uno a lo suyo y en su momento, aunque a veces coincidiesen en alguna casa atendiendo a algún enfermo. Ellos, D, Florencio y D, Emiliano, sí que lo hacían todos los días, si tenían algún aviso, pues la salud es lo más importante y no se debe descuidar. Además eran años aquellos en los que el vehículo más utilizado era la bicicleta, la de barra en medio. También había motocicletas, pero los coches existentes eran muy pocos. Los vecinos de San Miguel, como los de Valdespino y Joarilla, estaban atendidos sanitariamente, a juzgar por la satisfacción que sentían cuando llegaba el médico o el practicante. Eran otros tiempos, otra forma de vivir y también de actuar por parte de las personas de acuerdo con los medios y posibilidades existentes.

El practicante acaba de llegar a Joarilla desde San Miguel.