





San Tomás en un momento de la predicación.


El retablo consta de tres calles, en dos de las cuales, (las de los extremos) tiene tres cuadros, pintados seguramente cuando el retablo se instaló en la nueva iglesia, una vez construida en el siglo XVIII. Las pinturas están algo deterioradas y cubiertas de una capa de polvo que impide verlas con nitidez y conocer mejor su valor artístico. Las cuatro superiores y de mayor tamaño representan escenas diversas de la vida de Santo Tomás, el incrédulo, y llamado Dídimo, que es el patrono. Las dos tablas inferiores son imágenes de cuatro de los doctores de la iglesia.
Al pie de cada fotografía pueden leer un breve comentario sobre, lo que a mi parecer, representa cada una de ellas.
En la calle central y en la parte superior hay un crucifijo con los escudos de los patrocinadores a sus lados. Debajo del crucifijo la imagen de Santo Tomás, el patrón de la iglesia, y en la parte inferior un bello expositor, que contribuye a dar realce a todo el retablo. En el expositor, y hasta el cambio del altar con la nueva liturgia, había un antiguo sagrario, de gran valor artístico y tal vez más antiguo que el mismo retablo, que ahora se encuentra abajo, aunque en el mismo presbiterio.
El retablo también merece atención, al menos las pinturas, para que el tiempo, el polvo y otros agentes no acaben con ellas. Lo mismo que algunas otras imágenes, que hay en la iglesia, para poder admirar mejor su belleza, como ha ocurrido con el Calvario de la ermita.