viernes, 14 de enero de 2011

San Antón y los refranes.


Retablo de san Roque en la iglesia de Joarilla. En él se encuentra la imagen de san Antón.

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Imagen de san Antonio Abad en la iglesia de Joarilla de las Matas.
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Bendición de animales el día de san Antón a las puertas de la iglesia de Cerecinos de Campos, pueblo próximo a Benavente.
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Quintos del año 2010 recitando refranes a las puertas de la iglesia de Cerecinos de Campos.
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San Antón es un santo muy popular. Su imagen se puede ver en iglesias y ermitas de muchos pueblos y ciudades, también en Joarilla. En algunas de ellas es el patrón.
Su fiesta se celebra el 17 de enero y es una de las primeras del año nuevo.
Fue abad de un monasterio y viste de monje con hábito talar negro y con manto y capuchón del mismo color. Se le considera patrón de los animales, por lo que aparece siempre acompañado de alguno de ellos, sobre todo del cerdo. Otros atributos son el libro abierto, al bastón terminado en forma de Tau griega y la campanilla que cuelga del bastón o que lleva su cerdo.
En Joarilla antes se celebraba siempre su fiesta, y era una de las más llamativas y destacadas del invierno, después de las de Navidad. Fiesta religiosa, pero también con algunos actos no religiosos.
Solía acudir casi todo el pueblo a la iglesia y, antes de la misa, asistían a la procesión acompañando al santo que era llevado sobre las andas. Por cierto que era un santo muy querido por todos, tanto como a un hermano, según me dijo, en cierta ocasión, Feliciano, el sacristán, al contarme lo que pasó con Luis Crespo.
Resulta que un año, al comenzar la procesión, parece ser que se rompieron las andas y se cayó el santo, y allí estaba Luis dispuesto a llevarlo sobre sus hombros durante todo el recorrido. Así se comportaban en Joarilla, y otros pueblos con sus santos. Se les tenía respeto y se confiaba mucho en ellos.
En la misa el sacerdote hablaba de san Antón, de sus atributos y de sus atenciones, en este caso, proteger a personas y animales, pero más a estos últimos. Al finalizar la misa el cura, acompañado del sacristán y de los monaguillos salía a las puertas de la iglesia para proceder a la bendición de los animales que allí le esperaban: perros, burros, ovejas y caballos. Sobre todo caballos, pues montados sobre ellos estaban allí los quintos del año para proceder al acto, ya no religioso, más importante del día, como eran los refranes, recitar refranes dedicados o en honor de san Antón, ya que todos empezaban por ¡Oh¡ glorioso san Antón, santo de Dios muy divino, aquí te vengo a contar, lo que pasó a.... Y seguían con el relato en torno al hecho ocurrido y sus protagonistas.
Como cosa curiosa y que llama la atención hay que destacar el que los quintos que iban sobre los caballos llevaban botas llenas de vino y apretándolas salía de ellas el líquido elemento que caía sobre las personas, sobre todo las mozas, que estaban en la plaza o salían de la misa. Esto provocaba carreras gritos y cierto jolgorio, lo cual era un componente más de la fiesta.
Los refranes eran composiciones en verso, con rima asonante casi siempre, en los que se hacía un recorrido por algún hecho, suceso o acontecimiento, gracioso o no gracioso, ocurrido en el pueblo, a lo largo del año. También podían tocar temas sociales o políticos, pero estos en menor grado e implicación, pues no eran aquellos tiempos propicios para la libertad de pensamiento y menos de expresión. Aunque en este día a nadie le parecía mal cualquier tipo de crítica o comentario jocoso que se hiciese sobre él o algo suyo. Los asistentes al acto solían tomarlo a broma y disfrutar del momento sonriendo.
Siento no tener a mano y por escrito algunos de aquellos refranes que se recitaban sobre cosas ocurridas en el pueblo. Porque, aunque cada año eran distintos, algunos se hicieron famosos y difíciles de olvidar.
Alguien me habló de un año en el que se contaron cosas como: Cuando Trini se cayó al lavadero…; el refrán dedicado a Luisita…; el cerdo que se puso a correr después de clavarle el cuchillo…etc. Y uno dedicado a Feliciano el sacristán, una de cuyas estrofas decía:
¡Oh¡ glorioso san Antón
Que estas mirando a las eras
Y no ves a Feliciano
Escurrir las vinajeras…
Después de los refranes los quintos se marchaban con sus caballos a toda carrera, Solía recorrer las calles del pueblo haciendo una visita a las casas en las que vivía alguno que se llamase Antonio o Antonia, quienes les invitaban a dulces y copas.
En su recorrido llegaban hasta San Miguel de Montañán y Valdespino Vaca, pueblos del Ayuntamiento de Joarilla y en donde se juntaban con los quintos de estos pueblos para celebrar juntos la fiesta, fiesta que terminaba con un baile en el salón de mi tío Anastasio, un baile al modo tradicional, pero, como siempre muy animado.