La abuela Anastasia de negro, pero sin pañuelo. |
La abuela, en el centro y de negro, con parte de su familia un día de romería a la ermita de la Virgen del Paramo. |
Se llamaba Anastasia, y hacía honor
y cumplía con el significado de su nombre, procedente de dos palabras griegas ‘ana’
un prefijo-preposición (arriba, hacia arriba) y un verbo con significado o sentido
de disposición, de levantarse o colocarse por encima de algo. Como que su
nombre le hubiese dado fuerza, resistencia
y valor, para superar o sobreponerse a las dificultades y trabajos de
cada día, en lo suyo, que, en aquellos tiempos, no otra cosa era que la
atención y dedicación a la familia, la casa y también a las amistades. Porque
la abuela Anastasia se portaba y actuaba bien con todos y sabía cumplir, por
más que surgiesen contratiempos a lo largo de su vida.
Además era inteligente y sabia,
con capacidad para opinar sobre cosas que ocurrían en su vivir diario, y
también sobre personas que veía o trataba, hasta el punto de utilizar, en
algunas ocasiones, y como para criticar a alguien, la expresión: “corto de inteligencia y largo de malicia”. Ella estuvo casi siempre en Joarilla, tan sólo,
ya de mayor, viajó con frecuencia a Asturias. No ocurrió así con el abuelo
Sixto, que se vió obligado a ir a
Argentina en busca de un mayor bienestar, que no pudo conseguir. El abuelo le contaba
siempre sus aventuras, y otras cosas de las que él se informaba en la prensa o
la radio de entonces y que tenía a su alcance. Estaban al tanto, como nadie, de
algunas de las noticias que por entonces se difundían.
La abuela que atendía a su casa y
a los suyos, no dejaba de cumplir con los que por entonces se consideraban
deberes religiosos, como era asistir a misa y al rosario casi todos los días
del año, pero principalmente los domingos y días festivos. Para ir a la iglesia
se colocaba el velo sobre la cabeza, velo que más adelante, cambió por pañuelo y vestidos, también negros, para el resto de su vida, cuando la
muerte le llegó a algún miembro de su
familia.
La mayor distracción o
entretenimiento era el domingo, día de descanso, pues era el día del Señor.
Casi todos los vecinos de Joarilla asistían a misa por la mañana y muchos lo
hacían también al rosario por la tarde. Era un día en el que se veía más gente
por la calle y en las plazas, sobre todo en la amplia Plaza Mayor, que tiene el
pueblo. Muchos se sentaban, en animada tertulia, en los poyos de cemento que
había alrededor del caño, y bajo las acacias.
La comida del domingo era también
especial y la abuela se esmeraba en que así fuese. Terminada la comida había otras
distracciones, distintas para hombres y mujeres. Muchos de ellos se iban al bar
El Pollo, el único que había en el pueblo por entonces y que regentaba mi tío
Anastasio. Allí tomaban café y copa o copas, cuyo coste correría a cargo de los
que perdiesen en el juego del dominó o con las cartas. Ellas, por el contrario,
al atardecer de este día, sobre todo cuando el tiempo lo permitía, se juntaban
en algunos lugares de las calles o plazas, en grupos, sentadas en torno a una
mesa y se pasaban el resto de la tarde jugando a las cartas, principalmente a
la brisca, el juego más fácil y el más conocido.
El lugar elegido para ello por la
abuela Anastasia y sus vecinas era el rincón que estaba al lado de su casa y en
donde, desde el mediodía, comenzaba a llegar la sombra. Allí se reunían con
ella, Suintila, la madre de Enma, la señora Ángela, María, la de Rafael, la
mujer del señor Moisés y algunas otras que vivían cerca. Cada una de ellas
llevaba su pequeña silla de madera con asientos de enea, hecha por un silletero,
o una banqueta, y se colocaban en torno a la mesa. Las cartas era su mayor
entretenimiento en la tarde del domingo, hasta el oscurecer. Con buen tiempo,
también lo hacían otros días de la semana.
Jugando a las cartas, como lo hacían la abuela y sus vecinas. La imagen es de una exposición celebrada en el año 2010 en Quiruelas de Vidriales, pueblo muy cerca de Benavente. |
Mientras jugaban, charlaban entre
ellas comentando cosas ocurridas en el pueblo, o en los pueblos próximos, y por
supuesto, cosas relacionadas con personas concretas, o con sus familiares o
amistades.
Esta costumbre del juego con
tertulia en plazas o calles, era muy común en pueblos de Castilla y León. Más
en los pueblos que en las ciudades, pues en ellos eran menos los medios o posibilidades existentes para pasar el tiempo
de descanso, asueto, entretenimiento o distracción. Estaba todavía lejos el uso
generalizado de la radio y la televisión,
y mucho más lejos el ordenador y demás medios informáticos, que, en la
actualidad, informan, y también entretienen, a niños, jóvenes y mayores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario