lunes, 13 de diciembre de 2010

"Que santa Lucía te conserve la vista"


Retablo del Cristo del Amparo. Junto a él, en la parte baja, la imagen de santa Lucía.

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Imagen de santa Lucía en la iglesia de Joarilla de las Matas.
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Cuando llegaba el 13 de diciembre, festividad de santa Lucía, muchas personas en Joarilla, se acordaban de este refrán. Y es que en la iglesia hay una imagen de la santa, que está colocada junto al retablo del Cristo del Amparo y que, tal vez, proceda de una donación realizada por algún devoto del mismo pueblo. Y en este día algunas personas asistían a la santa misa y le rezaban de modo especial a la santa, pidiéndole protección y salud para sus ojos.
Antiguamente, más que en la actualidad, existía una gran tradición religiosa en torno a los santos, santas y vírgenes Se les invocaba en caso de necesidades, no solamente espirituales, sino también materiales. Además ocurre que, en el santoral, los hay para todo. No hay oficio o profesión, trabajo u ocupación, sin su patrono o protector, ni hay enfermedad, desgracia o necesidad que no pueda ser atendida por alguno. Creyentes y no creyentes visitan santuarios y ermitas y piden su ayuda. E incluso confían en ellos, como si de médicos o curanderos se tratase. Y no se pierden la tradición o fiesta que se organice en su día.
A Santa Lucía se le invoca y es protectora de todo lo relacionado con los ojos, con la visión. Es creencia popular que atiende y se la considera patrona de:
-las modistas, bordadoras, colchoneros, tejedores y todos aquellos que en su trabajo o actividad necesitan gozar de una buena vista.
-los oculistas, que se dedican a la curación de los ojos o de cualquier enfermedad relacionada con ellos.
-los ciegos, que por nacimiento o por otro motivo han perdido la visión.
-los electricistas, cuyo oficio tiene que ver con la luz, aunque sea industrial. Para ellos es como la Virgen de la Luz.
Esta doncella, de ilustre familia siracusana (Sicilia), que rehusó el matrimonio y distribuyó sus bienes entre los pobres, murió como mártir, victima de la persecución del emperador Diocleciano, en el año 304. La atraviesan la garganta con una espada al no conseguir que muriese en la hoguera, además de otros padecimientos
Se la representa con túnica y manto romano, larga cabellera y corona de flores. Como atributo personal, lleva en sus manos, además de la palma del martirio, un platillo o pequeña copa con dos ojos. No se habla en la Leyenda Dorada, ni en otras fuentes, del tormento de sacarle los ojos. Es un episodio tardío de la leyenda que no aparece hasta el el siglo XIV. Y tal vez este atributo tenga que ver con su propio nombre latino lux (luz). De hecho en algunos países cristianos se la representa también con una lámpara o linterna encendida. Y en la Europa del Norte, el día de su fiesta, jóvenes coronadas de cirios anuncian la cercanía del solsticio de invierno. De su proximidad e importancia nos da fe y lo confirma el refranero, que muchos conocen y hasta conceden credibilidad, cuando dice que: “Santa Lucía es el más corto de los días” o que “Por Santa Lucía mengua la noche y crece el día”, aunque se complete añadiendo que “ni creció ni menguó hasta que el Niño Dios nació”.
Que el nombre de Lucía viene de luz (lux) es un hecho cierto. Como lo es, el que la luz es bella de por sí, y resulta bella para los ojos que la contemplan. La luz deleita a la vista y se refleja en los objetos, sin que nada de ellos se le pegue, por inmundo que sea.
Acertado nombre elegido para esta mujer romana cuya vida, según la leyenda, transcurrió entre su belleza, su virginidad, su caridad y sobre todo su continuo caminar por la senda del servicio divino sin detención y negligencia. No nos extraña, pues, que todos aquellos para quienes la luz sea un término familiar, porque la necesitan y utilizan en su trabajo, o la producen para los demás, o quienes por profesión curen y cuiden la vista, tengan a esta santa por patrona. Y tampoco nos extraña que se considere a los ojos, que la ven, como el mejor símbolo o atributo de ella.