Palanganero de hierro. Colección Adolfo Álvarez. |
El palanganero junto otros objetos o maquinarias coleccionadas por Adolfo. |
En museos etnográficos que he
visitado, o en colecciones de objetos antiguos que tienen algunas
personas, me han llamado la atención los
palanganeros, sobre todo aquellos que son más antiguos y que destacan por su sencillez.
Y es que en Joarilla, en el patio o corral de casa, durante el verano, había
siempre un palanganero, parecido al que encabeza este escrito.
Estaba allí, bajo la parra,
preparado siempre para prestar su servicio, poder lavarse las manos, o la cara,
los de casa, e incluso los foráneos, cuando fuese preciso y necesario. A su
lado un cántaro o jarrón con agua limpia y, no lejos, el cubo para la sucia,
aunque a veces ésta se arrojaba directamente al corral. Por entonces la
situación era completamente distinta.
Había otro palanganero, de madera
y más elegante, en el dormitorio, que se usaba durante todo el año más que en
el verano. Y es que gran parte del tiempo, en esta estación, se pasaba fuera de
la vivienda, en patios, portalones u otros lugares frescos y agradables, sobre
todo por las mañanas y cuando el sol ya está a punto de ponerse.
Palanganero de madera. Museo etnográfico de Sta. Eulalia. |
Como vemos en las imágenes, el
palanganero es un mueble de hierro o de madera, de unos 85 centímetros de
altura, por lo común de tres pies. En el cerco superior del mismo se coloca la
palangana o palancana, también denominada jofaina, y que no es más que una vasija de gran diámetro y poca
profundidad. Esta vasija puede ser de loza o de metal y algunas disponen de
agujero con tapón por donde cae el agua al cubo colocado debajo.
En el lugar donde encaja la palangana
suele haber dos asas para colocar las toallas, y no falta tampoco un recipiente
para el jabón. Había y hay palanganeros muy elegantes y sofisticados, con todas
sus piezas de lujo y de gran valor.
Antiguo palanganero. Museo de Sta Eulalia de Tábara. |
Pero en Joarilla se usaba más el
del patio que, sin ser de lujo, prestaba un gran servicio. Además era portátil
y de fácil traslado a otro espacio de la casa. Pero se pasaba casi todo el
verano allí, debajo de la parra de Jerez, parra que todavía existe, a punto de
cumplir los 80. El patio se regaba con frecuencia para que estuviese más fresco.
Y todos los días, por la mañana, después de levantarse de la cama, allí estaba
el palanganero dispuesto a prestar su servicio. Verlo allí era indicio o señal
de buen tiempo. Recordarlo en la
actualidad es también indicio o señal del paso del tiempo.
En todas las casas había
palanganeros como éste o parecidos, dentro o fuera de los domicilios. Y a su
lado no faltaban los recipientes con el agua, traída del caño o fuente más
cercana. Eran otros tiempos, cuando todavía el agua corriente y los servicios
de la fontanería estaban lejos de llegar a los pequeños pueblos, un tanto alejados
de la ciudad.
Era y es una triste realidad el
que a las localidades pequeñas y con poca población, todo ha llegado y llega
más tarde, y con retraso, por más que, tanto los derechos como las obligaciones
deben ser los mismos para todos los ciudadanos. Y es que, aunque el motivo haya
sido o sea económico, también depende, en parte, de quienes, con mayor o menor
sensibilidad, estén al frente o administren dicha economía,