lunes, 25 de junio de 2012

La Trilla.

Escena antigua de la trilla en Quiruelas de Vidriales. Con pareja de vacas y la abuela con el nieto sobre el trillo. Detrás está la madre del niño. El aparato que hay detrás del trillo servia para remover la mies, cuando comenzaba la tatrea.


Aparato para remover la mies.
                                           
Estas imágenes, antiguas, me han recordado los duros trabajos que se realizaban en las Eras de Joarilla durante el verano, trabajos que duraban casi los tres meses más calurosos. Y se trillaba de día, pero por la noche iban a acarrear la mies necesaria para la jornada. La traían en carros, bien cargados, pues llevaban además redes de cuerda trenzada, para que cupiese más en ellos. Las redes cargadas colgaban a los lados del carro.
Ya en la era, la mies (de trigo, cebada, avena o centeno), se extendía, para que se orease si estaba humedecida por el rocío de la mañana. Y, a eso de las diez, cuando el sol comienza a calentar, los trillos arrastrados por vacas, mulas o machos, caballos y a veces algún burro, comienzan su tarea, la de triturar espigas, para conseguir el grano y también la paja, pues las dos cosas son cosecha.  Y vueltas y más vueltas con los trillos durante todo el día hasta que, al atardecer, llegaba  la hora de aparvar. El aparvadero no lo tenían todos los labradores, pero los que había por allí estaban al servicio de quienes lo necesitasen, aunque tuviesen que hacerlo a horas distintas.
Podía trillar cualquier miembro de la familia. Se turnaban en el trabajo, para que no resultase muy pesado y molesto, sobre todo por el calor y el polvo que se producía, si corría el viento. Había que llevar los ramales en las manos y tirar de uno u otro, para no salirse del espacio circular de la trilla. Los animales, cuando les llegaban el momento y sin contar con nadie, dejaban sus excrementos, que caían sobre la trilla, si el conductor no colocaba con rapidez, y en el lugar adecuado, el cesto o cubo que los recogiese. Por eso todos los trillos llevaban un recipiente con esta finalidad.

En la era se podía tabajar con dos trillos, como en la imagen, uno de vacas y el otro llevado por un macho cardino.
El cesto o cubo de metal no podía faltar en el trillo, para recoger los excrementos de los animales.

Un aparvadero, en este caso de Valdespino Vaca, ya casi abandonado y por ello algo deteriorado.

Los niños se lo pasaban bien en las eras, aunque sólo fuese porque les gustaba viajar en trillo, y porque se subían y bajaban de él muchas veces, mientras se trillaba. Y a la hora de aparvar les gustaba ser arrastrados o llevados por el aparvadero. También porque se merendaba en familia en la era, a las sombra del carro.
En la actualidad, ya casi nadie trilla, y hasta quedan poco trillos. Las cosechadoras los han sustituido, a ellos y a las vacas, mulas, machos, caballo y burros, animales conocidos, y queridos por los labradores,  pues eran como de la familia. Con ellos pasaban gran parte de los días del año, desde la siembra hasta la recolección. 

jueves, 21 de junio de 2012

La Calle Mayor


Es una de las calles más largas del pueblo, pues desde las Eras, al menos desde donde ahora está el depósito de agua, y atravesando la Plaza Mayor, llega hasta la plaza del antiguo Ayuntamiento. También una de las más anchas por lo que la circulación de vehículos, antes carros y ahora coches, puede hacerse hacia arriba y hacia abajo al mismo tiempo y sin problemas. En la parte superior, y no lejos del final, sale una Calleja, que todos llamaban  ‘del Sr. Félix’ por tener allí su vivienda, por ella se puede pasar a la calle El Cristo.
Antiguamente, como todas las demás, estaba llena de tierra, que cuando llovía se convertía en barro, a veces un barrizal. Los carros de par, o de varas, pasaban por ella, dejando las roderas como señal de su paso. Como no había aceras las personas, niños, jóvenes o mayores caminaban muy cerca de las paredes de las casas, que tenían menos tierra o barro.
Casi todas las casas de la calle estaban construidas con tierra de tapial  o con adobes y sus puertas y ventanas de madera, algunas con rejas y con aldabas o llamadores. No faltaban rincones y hasta algún huerto o solar a lo largo de ella. 
Aspecto que ofrecía la calle en su pavimento y las casas de tapial o adobe. Decada de 1960.

Antiguamente, cuando el tiempo lo permitía, quienes más utilizaban para la diversión la calle eran los niños. Era muy corriente oír: voy  a la calle, estoy en la calle. En ocasiones hasta era un alivio para los mayores enviar a sus hijos a la calle. En ella jugaban y se divertían a su modo y según la edad. En algunos momentos hasta con la tierra, afanándose en llenar con pequeñas paletas los camiones o carretillas y otros recipientes,  de madera o latón,  procedentes a veces del regalo de Reyes. Con tierra y agua se actuaba, como si de arena de playa se tratase. Pero había también otros juegos y diversiones.  
Por la calle pasaban las procesiones el día de Sacramento, los Pastores, etc . Y también las bandas,  charangas o dulzaineros que era contratados para anunciar y animar las fiestas. A estos les acompañaban en el recorrido por el pueblo algunas personas sobre todo los niños.
De noche los ruidos procedentes de la calle no eran muchos, tan sólo cánticos de la mocedad, cuando se celebraba alguna fiesta, el paso, ya de mañana del ganado, camino del mulatero, y los carros cuando en verano iban en la noche al acarreo.
En la calle Mayor vivían muchos vecinos, pues por entonces todas las casas estaban ocupadas, casas en su mayor parte construidas con tierra de tapial, o adobe y que, han sido reparadas con otros materiales como el ladrillo, la piedra y el cemento. Y lo mismo el pavimento que hoy es de asfalto, como cualquier calle de una ciudad muy poblada por la que pasan diariamente muchas personas.
Y también vivían algunos amigos, de grato recuerdo, por los juegos, diversiones,  y vivencias de otro tipo: Eliseo, el hijo de Cayo, Manín el de Rosario, Miguel y Fernando hijos de Rafael y María. También Moisés el de Baltasara, José Luis, el hijo de Amón y Gloria y algunos otros, aunque de distinta edad y menor convivencia. Casi todos fuimos monaguillos, y nos tocó precisamente la época de D. Mere, que estuvo bastantes años en Joarilla.
En la calle había algunos vecinos con oficios: Paco el de Julia era carpintero, mi padre era el practicante, que ejerció también algunos años de peluquero y barbero, Feliciano ya había comenzado a ser sacristán y aún sigue siéndolo, Alipio, que vivió al final de la calle era el cartero. También había un albañil, aunque llegó, un poco más tarde.  
En la actualidad ha cambiado todo, las casas son nuevas o están reformadas, y con distintos colores en las fachadas, el pavimento con asfalto y en buen estado, hay limpieza, etc.  Y es que apenas pasan carros y ganado por ella, sólo, aunque no en gran número, alguna máquina cosechadora en verano, tractores durante todo el año,  furgonetas, coches, camiones, y motos. A pesar de todo, en la calle se respira silencio, tranquilidad y sosiego, pues en ella vive permanentemente poca gente y casi todos mayores, y ya jubilados. Los fines de semana esperan la llegada de familiares que residen en otro lugar, al que tuvieron que acudir por razones de trabajo.
La calle, en la actualidad, vista desde la Plaza Mayor.
La denominada Calleja del Sr. Félix, hoy de cemento en el pavimento y en las viviendas.
La calle actual vista desde arriba, ya cerca de las Eras y del depósito de agua.




viernes, 15 de junio de 2012

Escudo en la casa de la señora Fidela


Los escudos, del tipo que sean, proporcionan datos sobre los pueblos o localidades, bien porque informen sobre  personas y familias,  o sobre hechos acaecidos  a lo largo de la historia. En Joarilla no hay muchos escudos. Tan sólo en la iglesia se conservan algunos.  Se encuentran en la parte alta del retablo mayor o central, y en las dos lápidas del pavimento que están bajo la cúpula del crucero.
Pero también hay uno en la fachada de la casa de la Señora Fidela, así decíamos en lugar de referirnos al señor Eusebio, que era su marido. Los dos y sus sobrinos Antonio y Tomasa, siempre vivieron en la Plaza Mayor, no lejos de nuestra casa, Su casa y la de Eriberto forma una de las esquinas o rincones, muy cerca del comienzo de la calle de El Cristo. Y a pocos metros del grifo que ha sustituido a la antigua y añorada fuente, (todos decíamos ‘caño’), cuyas aguas, de manantial, salían al exterior  a través de tres abundantes chorros. 
Rincón de la plaza. Enfrente, la casa de la señora Fidela.
Entre la ventana y el balcón el escudo. En el dintel, y en la piedra sobre la puerta de la casa, se lee lo siguiente: Hizo esta obra Diego Gutierrez Arinteto Hautioles, año de 1694.
Bajo el escudo la siguiente leyenda o inscripción: Armas de los Gutierrez-Arinteto, Hautioles y Garcías, Robles y Gonzalez.
Dibujo realizado por Luis Miguel Bajo, con la leyenda del escudo y la fecha de construcción de la casa.

De niños y también de mayores siempre nos llamó la atención este escudo en una fachada, de piedra y ladrillo, y con algunos adornos arquitectónicos. Pero nadie se ocupó de ello, hasta que Luis Miguel Bajo ha difundido en DVD su breve, pero interesante, ‘Historia de Joarilla’. Aquí explica muy bien las armas a la pertenece dicho escudo y quienes eran en origen  sus propietarios. Se cita el 1694 como el año en el que se construyó la casa, de lo cual, sino toda ella, al menos las piedras de la fachada y seguramente el ladrillo, pueden ser de aquella época.
Pero la casa no perteneció desde siempre a la señora Fidela y al señor Eusebio. Ellos, en un momento determinado de su vida, la compraron y se fueron a vivir allí. De todas formas no deja de ser uno los edificios más antiguos de Joarilla, y proporciona información para la historia del pueblo.




sábado, 9 de junio de 2012

La abuela Anastasia.


La abuela Anastasia de negro, pero sin pañuelo.

La abuela, en el centro y de negro, con parte de su familia un día de romería a la ermita de la Virgen del Paramo.

Se llamaba Anastasia, y hacía honor y cumplía con el significado de su nombre, procedente de dos palabras griegas ‘ana’ un prefijo-preposición (arriba, hacia arriba) y un verbo con significado o sentido de disposición, de levantarse o colocarse por encima de algo. Como que su nombre le hubiese dado fuerza, resistencia  y valor, para superar o sobreponerse a las dificultades y trabajos de cada día, en lo suyo, que, en aquellos tiempos, no otra cosa era que la atención y dedicación a la familia, la casa y también a las amistades. Porque la abuela Anastasia se portaba y actuaba bien con todos y sabía cumplir, por más que surgiesen contratiempos a lo largo de su vida.
Además era inteligente y sabia, con capacidad para opinar sobre cosas que ocurrían en su vivir diario, y también sobre personas que veía o trataba, hasta el punto de utilizar, en algunas ocasiones, y como para criticar a alguien, la expresión:  “corto de inteligencia y largo de malicia”.  Ella estuvo casi siempre en Joarilla, tan sólo, ya de mayor, viajó con frecuencia a Asturias. No ocurrió así con el abuelo Sixto,  que se vió obligado a ir a Argentina en busca de un mayor bienestar, que no pudo conseguir. El abuelo le contaba siempre sus aventuras, y otras cosas de las que él se informaba en la prensa o la radio de entonces y que tenía a su alcance. Estaban al tanto, como nadie, de algunas de las noticias que por entonces se difundían.
La abuela que atendía a su casa y a los suyos, no dejaba de cumplir con los que por entonces se consideraban deberes religiosos, como era asistir a misa y al rosario casi todos los días del año, pero principalmente los domingos y días festivos. Para ir a la iglesia se colocaba el velo sobre la cabeza, velo que más adelante, cambió por pañuelo y  vestidos, también  negros, para el resto de su vida, cuando la muerte le  llegó a algún miembro de su familia. 
La mayor distracción o entretenimiento era el domingo, día de descanso, pues era el día del Señor. Casi todos los vecinos de Joarilla asistían a misa por la mañana y muchos lo hacían también al rosario por la tarde. Era un día en el que se veía más gente por la calle y en las plazas, sobre todo en la amplia Plaza Mayor, que tiene el pueblo. Muchos se sentaban, en animada tertulia, en los poyos de cemento que había alrededor del caño, y bajo las acacias.
La comida del domingo era también especial y la abuela se esmeraba en que así fuese.  Terminada la comida había otras distracciones, distintas para hombres y mujeres. Muchos de ellos se iban al bar El Pollo, el único que había en el pueblo por entonces y que regentaba mi tío Anastasio. Allí tomaban café y copa o copas, cuyo coste correría a cargo de los que perdiesen en el juego del dominó o con las cartas. Ellas, por el contrario, al atardecer de este día, sobre todo cuando el tiempo lo permitía, se juntaban en algunos lugares de las calles o plazas, en grupos, sentadas en torno a una mesa y se pasaban el resto de la tarde jugando a las cartas, principalmente a la brisca, el juego más fácil y el más conocido.
El lugar elegido para ello por la abuela Anastasia y sus vecinas era el rincón que estaba al lado de su casa y en donde, desde el mediodía, comenzaba a llegar la sombra. Allí se reunían con ella, Suintila, la madre de Enma, la señora Ángela, María, la de Rafael, la mujer del señor Moisés y algunas otras que vivían cerca. Cada una de ellas llevaba su pequeña silla de madera con asientos de enea, hecha por un silletero, o una banqueta, y se colocaban en torno a la mesa. Las cartas era su mayor entretenimiento en la tarde del domingo, hasta el oscurecer. Con buen tiempo, también lo hacían otros días de la semana. 

Jugando a las cartas, como lo hacían la abuela y sus vecinas. La imagen es de una exposición celebrada en el año 2010 en Quiruelas de Vidriales, pueblo muy cerca de Benavente.
Mientras jugaban, charlaban entre ellas comentando cosas ocurridas en el pueblo, o en los pueblos próximos, y por supuesto, cosas relacionadas con personas concretas, o con sus familiares o amistades.
Esta costumbre del juego con tertulia en plazas o calles, era muy común en pueblos de Castilla y León. Más en los pueblos que en las ciudades, pues en ellos eran menos los medios o  posibilidades existentes para pasar el tiempo de descanso, asueto, entretenimiento o distracción. Estaba todavía lejos el uso generalizado de la radio y la televisión,  y mucho más lejos el ordenador y demás medios informáticos, que, en la actualidad, informan, y también entretienen, a niños, jóvenes y mayores. 


miércoles, 6 de junio de 2012

Valdecea


El pago de Valdecea en Joarilla de las Matas. Al fondo la casa y la finca privada, en lo alto del valle y rodeada de vegetación y arboleda.

Es un nombre  muy conocido en Joarilla. Y no sólo por referirse a las tierras y viñedos que hay en dicho término, sino también porque con Valdecea  nos referimos también a la finca, bastante extensa, y con casa, que siempre existió allí. Su propietario era Goyo el farmaceútico y ahora lo serán sus herederos. Situada en lo alto, desde ella se divisan  dos valles o arroyos, uno el denominado Ruipedro o del Valle, que viene desde Valdespino, antes ha pasado por Bercisanos y Gordaliza, y otro, el que viene desde Joarilla,  denominado del  Puente. Este también viene de lejos pues antes ha pasado por los pagos o pueblos de San Miguel de Montañán, Villeza, Vallecillo, Las Grañeras y el Burgo Ranero. (Carrera, Mª. Fátima- “Toponimia de los valles del Cea, Valderaduey y Sequilla”).
Allí mismo, muy cerca de  Valdecea, se juntan ambos valles y arroyos, para dirigirse formando ya uno sólo hacia el río Cea, en el término de Melgar de Abajo. No hay que olvidar que los prefijos valde- vall- vall- significan “valle” y son muchos los pueblos, pagos u otros lugares de la zona que los tienen. Además de Valdecea y Valdespino, tenemos cerca Valdelafuente, Valdelaguna, etc.
Hace ya muchos años cuando Joarilla estaba más aislada y no contaba con carreteras ni otros medios e infraestructuras los viajes se hacían en carro, caballo o a pie. Y se acudía a los pueblos que sí disponían de carretera: Vallecillo o  Gordaliza, para ir a León, y  Melgar de Abajo o Monasterio, si se iba a Valladolid. En estos últimos podíamos ver el río Cea al pasar por el puente de acceso al pueblo.
La verdad es que el río no estaba tan lejos de Joarilla, lo que estaba lejos y era pesado era el camino por el que había que ir. Y es que los valles y arroyos conducen a los ríos. Ahora todo ha cambiado y el arroyo El Puente se ha convertido en un pequeño río, al circular por él agua casi todo el año, el agua sobrante de los canales de riego construidos para el regadío. 
La casa de Valdecea vista desde más cerca, y en la ladera caseta con uno de los pozos que se utilizaban para regar la huerta.

Pero el pago de Valdecea y la finca en concreto tenían fama por las viñas, con variedad de uvas blancas y tintas, que producían buen vino. Y allí había también árboles frutales: cerezos, perales, manzanos y también muchos almendros. Con el tiempo, el paso de los años y la falta de atención y cuidado han ido desapareciendo. La finca estaba rodeada de setos, que en primavera dejaban ver sus flores amarillas. Y había cerca un pozo que proporcionaba agua a la casa y a los productos de la huerta que se cultivasen.
Al acercarse a Joarilla desde Melgar, cerca ya del pueblo, y a mano derecha, se divisa la  pequeña casa, pintada de blanco, de Valdecea. Su entorno o paisaje varía según la estación del año, todo verde y florido en primavera y parte del verano, y seco y sin vegetación en los meses de otoño e invierno.
Por el contrario, si miramos al frente, lo que destaca y veremos es la torre de Joarilla, de ladrillo, como otras, pero  una de las más altas de la comarca.
Desde el camino de Melgar, al fondo, destaca la torre de la iglesia, el mayor y mejor testigo de la antigüedad de Joarilla, y de gran valor artístico.

Valdecea, por su situación merece una visita, un paseo en una tarde del verano, para ver el paisaje desde la altura y contemplar al atardecer la puesta del sol. Porque desde allí se puede ver el pueblo de Valdespino, también las bodegas y el pueblo de Joarilla, el valle del Cea y Melgar de Abajo, los prados verdes y muchas tierras sembradas de cereales. Al fondo, hacia el oeste y algo más lejos la Caperuza, la eras de Joarilla y las viñas que hay en estos lugares. Y es que las Matas y el Paramo, lo mismo que la Tierra de Campos, también tienen mucho que ofrecer a los viajeros, amantes de la naturaleza.

domingo, 3 de junio de 2012

El Trébano, en blanco y negro.





Vista general de Joarilla de las Matas. A la derecha y cerca del palomar destruido de D. Pompeyo, los árboles y el humedal El Trébano. Sobre estas líneas el antiguo almabique, no lejos del puente y el chopo. Destacan algunas calles: La Fuente, El Puente, Los Lavaderos y la plaza del antiguo Ayuntamiento. Y sobresalen, por su altura, la torre de la iglesia y el depósito de agua cerca de las Eras. (Foto Paisajes Españoles).

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En esta imagen, vista general de Joarilla, se aprecian con detalle muchas cosas, una de ellas el Trébano, ese pequeño bosquecillo que hay en la calle de El Chopo, que, al disponer de un manantial, el agua permite tener verde la vegetación y los árboles del lugar, sobre todo a partir de la primavera. Pero la foto está hecha en invierno y hace ya muchos años. Y aunque  es en blanco y negro no deja de tener su belleza, y sobre todo añoranza, para algunos de los que la vean, pues sirve para recordar el pasado, un pasado remoto o más próximo, en el que han podido ocurrir las cosas más diversas y al cual, aún sin pretenderlo,  nos vemos supeditados en algunos momentos del presente.
Después de todo, pasan los años y el Trébano sigue  ahí, lo mismo que este blog sobre Joarilla, sigue en Internet, para uso, recuerdo y satisfacción de los visitantes, algunos, seguramente, del pueblo, aunque residan en otros lugares.
Del blanco y negro se pasó al color y a la fotografía digital por medio de la cual se ven las cosas como con más realidad y naturalidad, aunque sean las mismas. Pero las fotos en blanco y negro son dignas de admiración, sobre todo si el trabajo en el cuarto oscuro del laboratorio se ha hecho bien: revelado de película, manejo de líquidos, uso de la ampliadora, virajes, etc, etc.
 Aunque estamos inmersos en la época del color y del mundo digital de vez en cuando conviene que veamos imágenes en blanco y negro, que son las que más y mejor nos ayudan a recordar el pasado, y el paso del tiempo.  El Trébano blog volverá a moverse en la Red, para seguir conociendo un poco más y mejor a Joarilla y  a ser posible a toda la comarca. Espero que los amigos y visitantes me envíen sugerencias, opiniones e imágenes, en blanco y negro o  color.