jueves, 23 de agosto de 2012

De Joarilla a Villeza.


Al fondo el pequeño pueblo de Villeza.
Espadaña de la iglesia y casas, en una imagen más cercana.

Cuando desde Joarilla se viaja hacia la capital, León, se pasa, primero por San Miguel de Montañán y, a muy pocos kilómetros, nos encontramos con Villeza. La carretera, en la actualidad, está en buen estado, pero ha tenido que pasar muchos años, para llegar a esta situación.
Es un pueblo pequeño que, a pesar de la despoblación, originada en parte por la emigración, se sigue manteniendo en pie, con la agricultura, algo de ganadería y desde hace no mucho tiempo algunas iniciativas empresariales, relacionadas sobre todo con las viñas y el vino. Hay incluso una bodega, en la calle La Fragua, casi en el centro del mismo pueblo, en la que se elabora y vende Tinto Villeza, y otros vinos blancos y rosados.
Por Villeza pasa el arroyo, que en Joarilla se llama del Puente, y que ya viene de largo, pues antes ha pasado por El Burgo Ranero, Las Grañeras y Vallecillo. Se trata de un pequeño arroyo, que origina también un valle de no mucha anchura. Algunos chopos y otros árboles denotan su presencia en la parte baja del pueblo. Al otro lado se ven un grupo de bodegas particulares o familiares.
Villeza, que ya aparece en documentos a partir del siglo X, Villa Eiza (a. 950) Villaeza (a.1125)  y Villeça (a. 1300), seguramente sea, como dice M. Pidal, Villa de Eiza, el nombre del poseedor o fundador del pueblo. Y tal vez, por la época y el lugar, se trate de un nombre mozárabe. (Fátima Carrera.: “Toponimia del Valle del Cea”).
La iglesia es de la misma época que las de San Miguel y Joarilla, aunque ésta tenga un ábside no de ladrillo, sino de piedra, tal vez fruto de una reconstrucción posterior. Lo que sí la distingue es la espadaña, de ladrillo, como algunas de Sahagún y su comarca.

Lado sur de la iglesia, con la puerta de entrada.
Espadaña de ladrillo.
El arco de la puerta es de piedra.
Ábside cuadrado y también de piedra.
En el pueblo, como en todos, son muchas las casas rehabilitadas con ladrillo o cemento, sustituyendo o cubriendo el tapial o adobe con el que estaban construidas, perdiendo así su sabor tradicional. A pesar de ello se conservan algunas, en las que podemos ver y admirar  además de su arquitectura,  puertas, ventanas de variados tamaños, boquerones, etc,


Se conserva alguans casas de tierra, construidas con tapiales.
Y algunas también con adobes.
Variedad de tamaños en las ventanas de las casas antiguas.

Los que viajan y pasan por VIlleza pueden visitar su iglesia, ver algunas calles y casas, las bodegas familiares, algunas ya en ruinas, y, en la actualidad, la bodega industrial Tinto Vileza, una novedad en el pueblo, y una buena iniciativa: “Tenemos una viña en Valdespino y otra en San Miguel”, me comenta una hija del dueño. Y añade: “Casi todo el vino que elaboramos lo enviamos al extranjero, a Bélgica  y Rusia principalmente”.  


Bodega Tinto Villeza.
Aquí fermentan los vinos...
Y aquí preparan el tinto crianza.

Embotelladora
Botellas en la bodega.

Villeza ya no es, como era antes,  el más pequeño pueblo de la zona, pues se nota actividad y desarrollo, y alguna iniciativa empresarial como esta, que hace que sea conocido un poco más dentro y fuera de España. Hay que pensar en que algún español de viaje por Rusia puede encontrarse en algún bar o restaurante con el Tinto Villeza, que le recordará a España y, si es de León, también a este pueblo del sur de la provincia.



sábado, 18 de agosto de 2012

La señora Eladia, la panadera de Joarilla.



1.- Vivía en la calle san Miguel, para algunos  la calle del Cementerio, exactamente frente al lugar en el que comienza la calle de El Chopo. Y allí mismo, en una casa de tapial revestida de capacho, tenía la panadería. Casa con poca fachada, tan sólo tenía la puerta y una ventana, aunque sí de bastante profundidad. 
De hecho, el entrar en ella, por un largo y estrecho pasillo se iba a la parte de atrás, en donde, no lejos del corral, se encontraba el horno de amasar el pan. En el pasillo había otra puerta que daba acceso a una alcoba.
En la década de 1940, la señora Eladia era conocida como la Panadera. Estuvo casada con Pedro Calvo y tuvieron 6 hijos: Avelina, Antonio y Artemio, ya fallecidos, y Anuncia, Aldegunda y Pedro, que viven y residen fuera del pueblo.
A su panadería acudían diariamente con el escriño de harina varios vecinos para hacer el pan de la semana, aquellas hogazas de buen ver y larga conservación. Como el molinero y la maquila, vivía la panadera y su extensa familia, pues ella se quedaba con parte del pan cocido Pero llegó un momento en el que su trabajo, con ayuda de los hijos, se convirtió en un oficio consistente en fabricar el pan y venderlo en su pueblo y en los pueblos próximos. Todos los días, alguno de sus hijos, cargaba en el carro de varas, panes pequeños o grandes, y algunas tortas, que habían elaborado muy de mañana en el horno de casa.  Así podía comer toda la familia y vivir más o menos dignamente.
El horno era casero y no muy grande, de ahí que tuviera que amasar y cocer más de una vez al día, según la demanda. En la parte baja se metía la leña: palos, ramas secas, troncos que, una vez encendidos, calentaban la parte superior, abovedada y con piso de cemento y baldosas, sobre el que se colocaban los panes y tortas. O los dulces: mariquitas, pastas, borrachos, etc. que también se hacían allí.
En el mismo local se encontraba la masera, en la que se preparaba la masa, y una bregadora por si se hacía pan bregado, aunque predominaba la manualidad, los brazos de la señora Eladia e hijos estaban acostumbrados a mucha brega. No lejos de la boca del horno estaban las palas y otros utensilios necesarios para limpiar el horno y sacar o meter los panes.
La señora Eladia no era natural de Joarilla, pero sí lo era su marido Pedro Calvo. Ella procedía de Ceínos,  uno de los pueblos de la Tierra de Campos, en la provincia de Valladolid, a los que, por aquellos años, quienes lo necesitaban, bien de Joarilla o de otros pueblos, iban a “hacer el verano”, así se decía cuando se ausentaban, en esta época del año, en busca de trabajo.  En Ceínos Pedro conoció a la Sra. Eladia, con la que se casó y poco después se establecieron en Joarilla. Y si pusieron el horno fue para poder vivir algo mejor y poder alimentar y sacar adelante a sus hijos. Eran aquellos unos años difíciles, llenos de penurias, necesidades y otros problemas, generados después de finalizar la Guerra Civil.
Pero, por lo que he podido comprobar y me han contado, la señora Eladia, de estatura alta y de gran complexión, era una mujer valiente y luchadora, capaz de sacar adelante a su familia, en medio de las dificultades.
Personalmente, de pequeño, con 6 o 7 años de edad, recuerdo haber oído hablar muchas veces de la Panadera, la señora Eladia, e incluso haber ido con algún familiar al horno a por el pan, o a ver hacer cómo hacía las mariquitas (mantecadas)  y las pastas de la abuela Anastasia. Pero ahora me he dado cuenta de que allí nunca vi al panadero, su marido, Pedro Calvo, ni se hablaba de él.
Estos días, al leer la prensa leonesa, he sabido que Pedro Calvo es uno de los tres vecinos de Joarilla, represaliados y asesinados durante la guerra civil, y que, los de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, intentan exhumar de una fosa localizada en un paraje situado entre los pueblos de Grajal de Campos y Escobar.
Si la localización y posterior exhumación se lleva a cabo, aunque hayan pasado ya muchos años, los hijos de la señora Eladia que aún viven, podrán enterrar dignamente dónde y cómo ellos quieran los restos de su padre Pedro, que un día desapareció.
La señora Eladia que, además de ser buena persona, hacía buen pan, un alimento básico y necesario, nos hace pensar también en las bondades de su marido Pedro, que pronto pasó al olvido de todos, por haber sido una víctima más del odio y resentimiento generado por un conflicto bélico que ojalá no vuelva a ocurrir. 

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A falta de imágenes sobre la señora Eladia y su panadería, publicamos aquí algunas muy parecidas, aunque pertenecen al horno antiguo de Isaías, en el pueblo de Burganes de Valverde, de la comarca de Benavente, y en el que, en la actualidad, de vez en cuando, hacen pan.

Parte posterior del horno, que da al patio o corral de la casa.
Boca del horno por donde, con las palas, se introducen los panes o dulces, para su cocción.
La masera con la masa fermentando antes de preparar los panes.
Hogaza parecida a las que cocía la señora Eladia.
Palas de madera y metal utilizadas en el horno.

jueves, 16 de agosto de 2012

Riego de la Vega. Exposición de Fotos Antiguas.


Cartel que anunaciaba la exposición.

Carro tirado por vacas, cargado de leña.

Hace unos días me acerqué a Riego de la Vega, un pequeño pueblo cerca de La Bañeza para ver una exposición de fotografías antiguas, titulada, con acierto, “Riego en la Memoria”. La mayor parte de ellas son de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Todas ellas son recuerdos del pasado, de la vida, trabajos, oficios, costumbres y diversiones de los vecinos en aquellos años.
La verdad es que las imágenes sirven para recordar también el pasado de Joarilla, pues, con excepción de los protagonistas, todo lo demás es muy semejante.  De ahí que haya querido publicarlo una entrada en este blog, http:// trébanodejoarilla.blogspot.com, aunque también lo haga en el de Patrimonio Popular. http://epmencia.blogspot.com
Los de Riego han querido adentrase en el pasado y lo han hecho con imágenes del pueblo, de sus vecinos y vecinas, de su vida religiosa, de sus trabajos,  a veces llenos de dificultades y problemas , y también de sus  entretenimientos y diversiones…

Las niñas con las niñas...


Aquí, niñas y niños con su maestra.
El sacerdote con los niños que hicieron la Primera Comunión aquel año.
Uno de los varios paneles con retratos.
Retrato propio de la Escuela, con el mapa de fondo.
Grupo de personas mayores, algunas con cacha y cigarro en la boca.

Las autoridades, civiles y eclesiásticas, en un día festivo.
 


La mula, o el macho, comiendo mies en la era, antes de comenzar la trilla.
El trabajo con la aventadora.
La tarea de barrer con las escobas artesanas.

También en el campo o en la era se comían sopas en tartera de barro, a la hora del desayuno.
Pareja de vacas atadas al yugo, con unas llamativas melenas. Niños y padres disfrutan al ser retratados.
Cinco en una vespa. Al niño casi no se le ve.
Herrando una vaca en el potro del pueblo.
La procesión, el día de la fiesta, pasando bajo el pendon del Concejo.
Un recuerdo para el molino que había y que ya ha desaparecido.
La ermita.

Invito a jóvenes y mayores,  a que visiten el blog y vean las imágenes que, aunque sean de otra localidad, les recordarán también el pasado del pueblo, al menos en algunos aspectos. Y si alguno de los visitantes dispone de fotos antiguas de Joarilla, puede enviármelas para publicarlas y comentarlas también en el blog.
Hay que agradecer a los organizadores el trabajo realizado en la recuperación de las imágenes y la preparación de la exposición, así como las facilidades dadas a todos los visitantes.

jueves, 2 de agosto de 2012

Recuerdos del ayer: La llegada del Fresquero.


Varios días a la semana llegaba a Joarilla procedente de Sahagún el fresquero. Y lo hacía en bicicleta, con la caja del pescado en el portaequipajes de la misma. Se trataba de una caja de madera, con tablas y de abertura fácil. Dentro de ella el pescado de ese día entre abundante hielo, para su conservación y mejor venta: chicharros, sardinas y sable eran los más corrientes y los que más se vendían. A veces aparecía entre el hielo alguna merluza o congrio, que, en muchos casos, eran encargos concretos para alguna familia con más posibilidades económicas, que no gastronómicas. Las cajas no eran muy grandes, lo suficiente para su transporte en bicicleta desde la estación del norte en Sahagún hasta el pueblo al que ese día le tocase ir, pues no siempre iba al mismo. Había que atender a la clientela.
El pescado llegaba a Sahagún, muy de mañana, en un tren de mercancías procedente de Asturias o Galicia. Allí le esperaban los fresqueros que cogían sus cajas y se distribuían por toda la comarca. Pero no a todos los pueblos, ni todos los días, llegaba el fresco, así se decía del pescado. Por eso la venta no era difícil, ni tampoco cara, pues las especies que se vendía eran de las más baratas.
Al llegar a la plaza el fresquero tocaba la corneta y rápidamente se corría la voz entre los vecinos: “Ya ha llegado el fresco” se decía. O “el fresquero está en la calle del Puente, en casa de la señora Ramona” etc. Y es que también, al pasar por las calles, gritaba: “el fresco, tengo sardinas, chicharros,…” Incluso llamaba en algunas puertas, cuyos dueños eran clientes fijos.
Y todo esto al amanecer el día, para que el frescor mañanero contribuyese a que el hielo aguantase un poco más los calores que se avecinaban. De otra forma, si ya no había hielo, el producto tenía peor venta y las moscas y otros insectos podían merodear en su entorno. Pero lo normal era que vendiese la caja entera en cada pueblo, al que le tocaba ir. Así podía regresar a Sahagún con su bicicleta, libre de cargas y de pesos, y además con el dinero de la venta, con el que, además de poder vivir, seguiría comprando  la caja y vendiendo el pescado cada día. 



 Bicicleta como la que utilizaba el fresquero, con portaequipajes, para transportar la caja de pescado. (Fotos de la web: www.todocolección.net).



Portaequipajes de una vieja  biciclceta.
Las cajas con el pescado con hielo eran semejnates a estas.

Este era el oficio y forma de  vivir del Fresquero, o Pescadero, que algunos días de la semana con su bicicleta y la caja de pescado llegaba hasta Joarilla. Lo conocí también motorizado, con la antigua moto Guzzi, modelo Hispania, en la que podía transportar hasta dos o tres cajas de pescado y recorrer más pueblos. Sus  herederos lo hicieron después ya en una pequeña furgoneta, hasta que, finalmente, se establecieron, con pescadería, en Sahagún, desde donde podían atender, al mismo tiempo, a los pueblos de la comarca, aunque de otra manera, más cómoda, y más de acuerdo con el progreso y los avances tecnológicos: vehículos, cámara frigorífica, etc.
Y es que, antiguamente, los trabajos y dificultades en cualquiera de los oficios eran mucho mayores. Pero con el paso del tiempo y con una mejor educación y preparación, llegó el progreso y con él  también una mejor forma de vida para las personas.