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Un buen racimo de Jerez. Vendimiando en una viña junto a las bodegas de Pobladura del Valle (Zamora) |
Con la llegada del otoño, una vez terminado el verano y recogida la
cosecha de cereales, los agricultores
de Joarilla como los de otros pueblos, comenzaban a preparar todo aquello
que se necesitaba para la vendimia. Y es
que son tierras de pan y vino llevar, y dar, pues de ellas y con ellas han
vivido y siguen viviendo muchos vecinos, aunque ahora no tantos como por los
años de la década de 1950. Entonces era
mucha la gente que vendimiaba sus viñas o las de los demás, y mucha la
algarabía y jolgorio que se advertía por los campos y las calles del pueblo,
durante y al regresar de la faena.
Los preparativos consistían en
tener a punto los carros, o remolques
para el transporte de la uva, y los canastos o cestos con los que se
vendimiaba y en los que se transportaba,
o en su caso, los serones, si el fruto se llevaba a granel. También se
preparaba la bodega, limpiando el lagar, el pilo, el pozal y las cubas, cubetos, pipas, o tinos
de cemento que algunos también tenían para recoger o almacenar una mayor
cantidad de vino. Y es que casi todas las familias tenían su bodega, aunque
solamente fuese para el consumo familiar, y para celebrar en ella comidas y
meriendas dentro o fuera de la cueva. Porque son cuevas más o menos profundas en donde la
temperatura se mantiene igual casi todo el año, y es muy agradable, sobre todo
cuando en el verano son muchos los calores.
Días antes de comenzar la
vendimia se iba a las viñas para probar las uvas y comprobar su madurez. Se
prueban las blancas, de jerez o malvasía, y también las tintas o negras. Y es
que blancas son las que primero se llevan a casa para postre. E incluso se
escogen y recogen algunas para conservarlas un tiempo en el desván de la casa,
colgadas sobre varales o puntas, o colocadas sobre el trigo o la cebada en la
panera.
Toda la familia se implicaba en
la vendimia, niños, jóvenes y mayores. Y mientras unos vendimiaban otros
sacaban los cestos, o canastos, como allí se decía. Si alguien se quedaba e
casa era para preparar la comida antes de llevarla a la viña, en donde se comía
y hasta se merendaba. A veces se juntaban dos o tres familias y se ayudaban en
la faena. Eran los que tenían menos viñas. Pero los que tenían muchas
contrataban a grupos de vendimiadores, procedentes de lugares distintos, que
vivían en el pueblo durante la recolección de la uva.
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Vendimia en Joarilla. Canasto, carro y vendimiadores. |
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Grupo de vendimiadores en plena tarea. |
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Recipientes de plástico sustituyen en la actualidad a los antiguos canastos. |
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Cestos como los que se llevaban en los carros. |
Durante la vendimia, de día se
veía poca gente por las calles de Joarilla. Pero al atardecer los carros y
tractores llegaban al pueblo cargados de gente, algunos incluso cantaban a
pesar del cansancio motivado por lo duro de la faena. Pero pronto reinaba el
silencio porque, terminada la cena había que descansar para volver de nuevo a
la viña el día siguiente.
Por el campo había siempre más
animación, aunque solo fuese el movimiento de carros y tractores que llegan y
salen de las viñas cargados de uva. Y es que unos iban a las bodegas a
descargar por el zarcero en el lagar y así poder preparar el mosto que se
convertiría en vino.
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Niños y mayores participaban y vivían activamente los días de la vendimia. |
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Aquiles y familia en el carro, camino de una viña. |
Pero otros llevaban la uva para la venta a las Eras. Allí había una
báscula que la pesaba, antes de descargarla en los camiones de las empresas o bodegas industriales que la
compraban.
Y después, terminada la vendimia,
se anunciaba el día en el que uno de los compradores llegaba al pueblo para el
pago de la uva. Se formaban largas colas en la botica, en la escuela o en el
Ayuntamiento, según fuese el lugar elegido para dicha operación. Era el momento de conseguir la remuneración a
todo el esfuerzo realizado en el cultivo y cuidado de la viña. Y es que el
trigo y el vino fueron siempre, en casi toda la comarca, la única fuente de ingresos para muchos
agricultores.
Para los que llevaban la uva al
lagar de la bodega les quedaba otra tarea, la de pisar la uva y obtener el
mosto, meterlo en las cubas y cubetos, y hacer todo lo posible para preparar un
buen vino. Y lo conseguía, pues, aunque hubiese excepciones, casi todos los de
Joarilla son expertos en esta tarea. Basta con acercarse a alguna de las
bodegas familiares durante el resto del año y comprobarlo degustando con placer
el líquido elemento, en este caso de color rosado, pero claro, pues para ellos
ha sido y será siempre “clarete”.
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Un lagar limpio a la espera de la uva. |
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Ahora algunos tienen prensas de otro tipo para obtener el mosto. |
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El mosto terminará en las cubas para convertirse en vino. |