Se trata de un grupo de
trabajadores que están descansando unos momentos de su tarea, consistente en recoger piedra para preparar un camino o
carretera. Trabajo que tenían que hacer a mano, o agrupar con ayuda de un
rastrillo, y recoger con palas. Y es que su pueblo está dentro de la paramera
del sur de León, muy cerca de la tierra de campos, o de los campos de tierra,
en donde las piedras escasean, aunque sí las haya y de los más variados
tamaños.
Aprovechan la hora del
descanso para comer el bocadillo, o lo que cada uno llevase de casa en su
fiambrera. Lo que no les falta es la botella o la bota de vino, seguro que el
clarete leonés, que se elabora con gusto en el pueblo.
Variedad de expresiones
en sus rostros, atentos casi todos al fotógrafo y variedad en su forma de
vestir y de calzar. Muchos cubren su cabeza con boina negra, muy al uso en
aquellos años. Y a todos se les ve disfrutando del descanso. Pero la pala que
han colocado delante de ellos no está abandonada sino a la espera de volver a
la tarea.
El fondo del cuadro es
una pared de tapial de una nave o corral cercano al pueblo y con puerta trasera
de dos hojas, para uso de carros y ganados. Por aquellos años, década de 1960,
apenas se contaba con otro tipo de maquinaria agrícola. El trabajo de hombre
era fundamental y necesario para todo. Y en este caso mucho más, pues era la única
forma de contar con camino o carretera, no de tierra, sino de piedra.