Caseta de una finca rodeada de viñedos en un pueblo de la comarca de Benavente. Algo parecido a la Caperuza, aunque ésta era más grande y estaba rodeada cepas, y de más árboles y arbustos. |
Así se llamaba y se sigue
llamando a este pago existente en el campo de Joarilla. Un conjunto de tierras de las que, antiguamente, la mayor parte eran
viñas, que proporcionaban buenas uvas para comer y buen vino para beber. Pero
la llamativo de este lugar, y por lo que todos lo conocen y recuerdan, es por
la caseta que había en medio de una extensa
viña. Caseta que, lógicamente,
frecuentaban más sus dueños, cuando trabajaban la tierra, pero que, en
ocasiones, también acudían a ella otros propietarios, para protegerse de las
lluvias en el invierno y de los calores en el verano.
Nos llamó siempre la atención el
uso de este nombre para designar el lugar, pues caperuza, de cappa, no tiene otra acepción o
significado que “capucha, capuchón, bonete o gorro, acabado en punta etc., que
sirve para proteger la cabeza”. ¿No será
que quien puso tal nombre al lugar, refiriéndose sobre todo a la caseta, pensó
en que les iba a servir también de protección en algunos momentos del año a los
que trabajaban o se encontraban por allí?
Antes, cuando la mayor parte de
las tierras eran viñas, se iba más a la Caperuza. Y se oía con frecuencia: Tengo un majuelo en la Caperuza, hoy voy a
trabajar la viña de la Caperuza, te espero en la Caperuza, mañana vamos a
merendar a la Caperuza, etc. Y es que la pequeña caseta, construida de
tapial y adobes, estaba rodeada de árboles, cuya sombra servía para refrescar
el ambiente caluroso del verano. Y hasta contaba con pozo para refrescar el
vino o el agua de la merienda.
Cuando las uvas iban ya
madurando, este lugar era el más frecuentado, pues sus viñas, además de antiguas,
y tal vez por ello más artesanales, eran las que más y mejor variedad de uva
tenían y ofrecían. Recuerdo el cuidado, trabajo y atención que el abuelo Sixto
prestaba a sus majuelos de la Caperuza. Y es que allí había uvas de Malvasía, Jerez,
Prieto Picudo, y otras variedades; uvas de colores y sabores distintos; uvas
grandes y pequeñas, redondas y largas, a
estas las llamábamos “uvas de cuerno” por la forma que tenían, y por desconocer
su especie o el nombre científico. Se escogían los mejores racimos para llevarlos
a casa y conservarlos durante un tiempo,
en el desván, o sobrado, vocablo este de
más uso en Joarilla.
A la caperuza se iba en carro, o
montado sobre el burro o caballo, cuando había que trabajar. Pero en muchas
ocasiones se recorría el camino a pie, como de paseo, pues la distancia no era
muy grande. Algunos lo hacían hasta en bicicleta, si disponían de ella. Cuando
llegaba la vendimia, al haber tantas viñas, en la Caperuza coincidían varias
familias y grupos de vendimiadores, con lo que aquello parecía una fiesta. Se
hablaba, se cantaba, había movimiento de personas, y también de carros, que
llegaban con los cestos vacíos y se iban con ellos, ya cargados, a descargar en
la bodega familiar, o para la venta en la báscula de las Eras, en donde estaban
los camiones encargados de transportar la uva hasta las industrias bodegueras.
La Caperuza no era un pago más
del amplio campo del pueblo, pues allí había una caseta y árboles con sombra. Y
por el camino abundantes setos que se llenaban de flores amarillas, al llegar
la primavera y durante el verano. Esto era
positivo y hacía atractivo al lugar. Pero en la actualidad los setos con
flores del camino, la caseta y gran parte de las viñas han desaparecido, debido
a la concentración parcelaria, o por
otros motivos. Y son muy pocos los árboles que se ven en la lejanía. Tal vez,
en un futuro, todo cambie, cuando el agua de los canales de regadío pase por
allí y los campos se llenen de verdor y de vegetación. Mientras tanto
seguiremos manteniendo en el recuerdo a la Caperuza.
A la derecha, por el camino que lleva a la Caperuza, se conserva este árbol, con muchos años ya, y bastante altura. |
Un poco más adelente salen dos caminos, el de la derecha nos conduce al pago denominado La Caperuza. |
Cerca ya de la Caperuza el camino tenía setos a ambos lados. Solamente queda, como testigo, el que se ve en la imagen. |