miércoles, 27 de julio de 2011

Las Eras 3: Recogida de la cosecha.

Antiguo costal, lleno, en este caso de paja. Museo etnográfico en el mesón El Corralón de Perahuy (Salamanca).
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Hemina y rasero de la colección etnográfica de Ana Riesco. Morales del Rey (Zamora).
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Carro con malla para transportar la mies hasta las eras. Galingo y Perahuy (Salamanca). La malla para trasportar la paja era de abertura más estrecha.
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Gario para la paja. Coleccioón de Perahuy (Salamanca).
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Boquerón de pajar junto a puerta trasera de la casa, en Vecilla de Transmonte (Zamora).
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Otro boquerón de pajar en Calzadilla de Tera (Zamora).
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Manojos de palos, junto a una viña, en Quintanilla de Urz (Zamora)
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Terminados los trabajos de la trilla y la limpia, en la eras se veían montones o parvas de cereales, trigo cebada o avena, ya sin la paja, y a la espera de ser llevados a los graneros, paneras o desvanes, y en tiempo más reciente a los silos. También grandes montones de paja que se llevaba posteriormente a los pajares.
Los cereales limpios no podían estar mucho tiempo en la era sin custodiarlos, de ahí que algunos se quedaban a dormir a su lado, para evitar los robos u otros atropellos.
El día, o los días, de la recogida de la cosecha se celebraba, como si de una fiesta se tratase. Las familias se juntaban y se ayudaban unos a otros. Y es que el trabajo era duro y pesado. Con la fanega o media fanega llenaban los costales u otros sacos, que luego tenían que subir a los carros para llevarlos a los domicilios y dejarlos, en los mismos sacos o a granel, en los desvanes o paneras, que había en casi todos.
Los viajes con el carro eran tantos como fuesen necesarios para transportar toda la cosecha, no sólo de trigo, sino también de cebada o avena. Las legumbres, garbanzos, lentejas y muelas se trillaban igualmente en la era, pero solía hacerse en otro momento del verano.
En estos días se veía con frecuencia pasar por la calle a muchos carros cargados con los sacos o costales, y sobre ellos las personas. Algunos incluso iban cantando. Y no era para menos, pues era el día de recoger la cosecha del año.
Lo de la paja se hacía de modo distinto y ya sin tanta precipitación. Aunque la paja era una material importante y necesario, no tenía tanto valor. Pero sí daba trabajo, pues la cantidad a recoger era mucho mayor. Por todas las eras se veían grandes montones, al finalizar el verano.
Para transportarla se colocaban una mallas, más cerradas que para la mies, en los carros de par, y luego ya en los remolques de los tractores. Mientras se cargaban los carros con ayuda de los garios, una persona subida al carro, la pisaba, para que estuviese más compacta y cupiese más cantidad.
Después se llevaba a los pajares, que solía haber en todas las casas, bien en el corral o en la parte trasera de las mismas. Todavía se ven muchos en viviendas antiguas de muchos pueblos, también hay algunos en Joarilla.
El trabajo de meter la paja era muy molesto. Los carros llegaban cargados hasta el pajar e iban dejando la paja cerca del mismo. Con ayuda del gario uno se encargaba de meterla en el pajar, por el boquerón. Dentro había una o más personas (en este caso casi siempre jóvenes) cuya tarea era pisarla, para que entrase más, se pusiese compacta y no se viviese abajo al coger cada día lo necesario, para el uso doméstico y para los animales. Porque con paja y palos de las viñas, que se recogían en manojos, se preparaba la lumbre diariamente en las cocinas bajas antiguas. Y a la lumbre, desde por la mañana, estaba siempre el pote con agua caliente y el puchero con lo que era la comida de casi todos los días, el cocido.
Lo de pisar la paja era muy divertido, de ahí que también los niños participasen junto a los mayores. Y se aguantaba con gusto el polvo y la suciedad que tal tarea originaba.
Lo que he contado aquí se refiere a una época en la que todavía no se contaba con las máquinas: segadora, trilladora, cosechadora, empacadora, etc. Antiguamente, tanto los que tenían muchas tierras, como los que tenían pocas, realizaban los trabajos del mismo modo. Sólo les diferenciaba la mano de obra. Los pudientes tenían a su servicio y ayuda muchos jornaleros, unos fijos y otros contratados para el verano. Los demás se arreglaban en familia, o con ayuda de parientes o amigos en momentos como este de la recogida de la cosecha.

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