Ayer
me comunicaron el fallecimiento de Miguel Mencía, compañero de escuela y amigo
de la infancia y parte de la juventud, en nuestro pueblo, Joarilla, hasta que
cada uno orientamos nuestra vida por distintos lugares y caminos. A partir de los 11
años los dos cursamos estudios en centros religiosos, yo en el seminario de León y él, si no me equivoco,
en el Colegio de los Operarios Diocesanos en Salamanca, en Salamanca. El se ordenó sacerdote y yo
abandoné el Seminario ya en los últimos años.
En la calle Mayor de Joarilla el día de su ordenación sacerdotal. |
Miguel
era además vecino en la calle Mayor, las casas de su familia y de la mía se encontraban
muy cerca, y además de vecino, amigo, como lo eran también, y lo siguen siendo,
sus hermanos, Rafael, Dasio, y Mari Carmen.
No
recuerdo demasiadas cosas de cómo transcurrió su vida después de su ordenación
sacerdotal, sobre la cual conservo la fotografía anterior. Después de tantos años
transcurridos y sin apenas vernos, las cosas se han ido olvidando, pero no los años de nuestra infancia y parte de la
adolescencia, transcurridos en el pueblo, al menos durante las vacaciones. Allí
íbamos y allí cumplíamos con nuestros deberes religiosos de la misa, el rosario
y todo lo que nos exigía la vocación elegida. Y ayudábamos, como monaguillos
especiales, al cura, en este caso D. Mere, como se puede ver en algunas
fotografías.
Lo
que más recuerdo de Miguel y de sus hermanos son los años de la escuela
infantil y la vida en la casa familiar. También los juegos en la calle, en la
Plaza, en la Alameda o en la Eras. A él le gustaba mucho el futbol y además
jugaba bien.
Y
dignos de recordar también son los muchos momentos que pasábamos juntos,
más en su casa que en la mía. Allí
estaban sus padres Rafael y María teniendo siempre atenciones con nosotros,
cuando en las noches del invierno jugábamos al parchís, a las cartas, o a algún
otro juego.
Familia Mencía Rguez. Foto del libro de Joarilla Memoria de un Siglo. |
Miguel,
en principio, consiguió lo que se propuso, ser sacerdote. Después con el paso
de los años optó por otro tipo de vida, muy de acuerdo con su forma de ver y
sentir las cosas. Hay que alabar en todo momento su posición y actitud ante la
vida, tan distinta en la actualidad, a
aquellos primeros años de nuestra
infancia y juventud. Supo adaptarse a todo y vivir del mejor modo posible. Pero
en la vida se presentan otros males y problemas que contribuyen a que el paso o
recorrido por la misma sea más breve. Y no nos queda más remedio que aceptarlo.
Mi
más profundo pésame a sus hijos,
hermanos y demás familiares. Que tengan la seguridad de que Miguel ha dejado un
buen recuerdo entre todos los que le conocíamos y sobre todo entre los que
pasamos junto a él algunos años de nuestra vida, en mi caso la infancia y la
juventud.
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