Tía Anselma con la canasta llena de paja. |
Por los años 50 del
siglo pasado, e incluso antes, en los pueblos y no tan pueblos en los que se
cultivaban cereales, tras la trilla y obtención del grano, la paja se recogía
el pajar, de cual se iba sacando para alimentar
a los animales, junto con el pienso, pero también para uso doméstico
como combustible en las cocinas que había, por entonces, en todas las casas.
Por eso todas las mañanas una de las primeras tareas, casi siempre de la mujer,
era poner la lumbre, fundamentalmente con paja y unos palos que ayudasen a una
mejor combustión. Junto a la lumbre se colocaba el pote metálico con agua que
estaría caliente durante todo el día. Y también alguno de los pucheros con la
comida, sobre todo las legumbres, que se irían cociendo lentamente a lo largo
de la mañana.
La lumbre daba calor a
la cocina o al lugar en el que estuviera colocada. No lejos de ella solía haber
una mesa camilla y alacenas o armarios con los útiles domésticos necesarios.
En esta imagen de
Joarilla de las Matas, publicada en el libro Memoria Fotográfica de un Siglo,
vemos a la tía Anselma saliendo del pajar con la canasta llena de paja para
poner la lumbre en la cocina de su casa.
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