Entre los vendedores que iban con cierta frecuencia a Joarilla recuerdo a uno que
todos llamaban y conocían como “el de
las telas”. Y es que esto era lo que
vendía principalmente, telas para hacer sábanas, vestidos, etc. pero también vendía
ropa confeccionada, tanto de interior, camisetas, calzoncillos, calcetines,
etc. como exterior: camisas, blusas, jerseys,
chaquetas, etc.
El señor Miguel era de Melgar de
Abajo por lo que la distancia hasta Joarilla no era mucha, tan sólo cinco
kilómetros. Y si el viaje se le hacía largo y a veces pesado, era porque iba en un carro de varas con toldo, llevado por un caballo o un macho, y los
caminos dejaban mucho que desear, no estaban en buen estado. En aquellos años
no se contaba con la carretera, como en la actualidad. Pero no faltaba a la
cita, cuando le tocaba, lo mismo que los demás vendedores. Y ello a pesar de
las inclemencias del tiempo, a veces lluvioso y con mucho frío.
Bajo el toldo de su carro de
varas se escondía un verdadero comercio, con estanterías, bien colocadas, sobre
las que se veían, también en orden, las telas de variados colores y calidades,
las cajas de calcetines, ropa interior, o de otro tipo de prendas. Porque llevaba de todo,
tanto para hombres como para mujeres, niños y niñas. Y es que, por experiencia
y práctica vital, sabía muy bien de los usos y necesidades perentorias de las
personas a las que iba a vender.
Parecido a este era el carro en el que viajaba el señor Miguel. |
Y al llegar al pueblo recorría
calles y plazas, deteniéndose en las casas y llamando por si estaban
necesitados de alguna ropa. Enseguida se corría la voz por el pueblo: Ha llegado el señor o Por ahí está el señor
Miguel, el de las telas, se decía. Y algunas mujeres iban en su busca, por
si no pasaba por su calle, pues estaban interesadas en comprar algo para ellas
o su familia.
Vendía muchas telas. Recuerdo
haberle visto utilizando el metro de madera como medida, y a veces la
cinta de la costurera. En aquella época solía haber modistas, y también sastres,
en algunos pueblos, y la gente acudía a ellos para hacerse vestidos, faldas,
chaquetas, etc. Otras veces en las mismas familias, sobre todo las mujeres,
cosían y hasta ellas mismas confeccionaban algunas prendas, para la casa:
sábanas, almohadones, cojines, etc., o para la misma familia. En muchas casas
había una cesta de mimbre con todo lo necesario para la costura: agujas, tijeras, metro,
hilos de diversos colores, lanas, y otras cosas.
Vara castellana de medir, utilizada antiguamente. Equivalía a unos 83 cms. |
Cinta de costurera, que también usaba el señor Miguel. |
En casi todas las casas había una cesta de costurera con todo lo necesario para dicha tarea. |
La verdad es que el señor Miguel,
como los demás vendedores ambulantes: el fresquero, los hortelanos, el
cacharrero, etc., que recorrían los pueblos, hacían un buen servicio a los
vecinos, pues por ello no tenían que desplazarse a Sahagún u otras localidades
de mayor población, para adquirir los productos necesarios para el día, la
semana o para un tiempo más largo.
Y los pueblos y sus habitantes,
algunos ya mayores, se sentían atendidos. Cosa que no ocurre, en la actualidad
y en pleno siglo XXI, según me han contado. Ocurre que al desaparecer en
algunos lugares los comercios, no tienen dónde comprar las cosas necesarias
para cada día. Y tienen que desplazarse a Sahagún para hacerlo, en coche
público, si se dispone de este servicio, en el coche propio, o en el de algún
familiar o amigo.
En Joarilla se sigue recordando
al señor Miguel, su llegada al pueblo con el carro de varas llevado por el
caballo, y el comercio de telas a la puerta de cada casa. Lo mismo hacían otros vendedores ambulantes con sus
productos. Y, en la actualidad, algunos, que no tienen a su disposición medios
públicos o privados para viajar, sienten nostalgia de tiempos pasados, en los
que no faltaba algún comercio de ultramarinos en el pueblo, para poder comprar
diariamente las cosas más necesarias.
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