El que dice que “las
vivencias de la niñez nunca se olvidan” tiene mucha razón. Puedo dar fe de ello
al recordar el salón de baile y el café de mi tío Anastasio, que mucho tiempo después,
cambiado, reformado y de otra manera, lo tuvieron, durante muchos años mi recordado primo Pepe y su familia.
Y como el utilizar apodos o sobrenombres era lo más normal, y en general
admitido en los pueblos, tengo que decir que en este caso se conocía y
denominaba café o bar El Pollo. El apodo debía de ser ya cosa heredada, su
bisabuelo Eleuterio ya lo tenía. Y, como todo lo heredado, perdura en el
tiempo.
En esta ocasión me voy
a referir al antiguo café y salón del baile. Será un relato sin apenas
imágenes de entonces, pero fácil de recordar, sobre todo para las personas mayores del
pueblo.
Al fondo de la imagen casa y puerta de entrada al salón. |
1.-El salón se
encontraba en la parte baja de un edificio, de tapial y con capacho, como casi
todos en aquellos años. Y en la calle mayor, pues hasta allí y algo más larga
era la calle. Estaba en donde se inicia el descenso hacia la calle del puente,
o también hacia la alameda, dejando a un lado la plaza del Ayuntamiento y los
lavaderos.
La puerta de acceso era
grande, de las de dos hojas, que además tenía una pequeña. Al ser agricultores tenía que ser
así para sacar los carros y ganados de las cuadras y el corral, cuando se iba
al trabajo y meterlos cuando se regresaba a casa.
Ya en el portalón,
vemos a la derecha, con el piso de cemento, el salón de baile con dos columnas
de madera el centro y bancos corridos pegados a la pared y todo alrededor,
también de madera. Por supuesto que el techo era también de madera con vigas de
un lado a otro, que se apoyaban en una central de mayor tamaño. El piso que en
principio era de tierra, después lo pusieron de cemento, liso y brillante
Los días de baile,
sobre todo domingos y festivos, las gente entraba en el local, jóvenes y
también no tan jóvenes, principalmente para bailar, pero otros, las personas
mayores, se sentaban en los bancos para ver cómo bailaban los demás. Y bailaban
o escuchaban lo pasodobles, tangos, y vals, u otras músicas que salían del gran
altavoz colgado en una de las paredes del local.
El cable de este
altavoz estaba conectado con una gramola, de gran tamaño, instalada en el piso
de arriba, una amplia habitación con mesas y sillas, que era como un reservado.
Allí en una esquina de la habitación estaba la gramola esperando que alguien se
encargase de colocar la punta en el mando, para poder escuchar el disco
correspondiente. Por cierto que era necesario cambiar de punta para cada disco
de los de entonces. Por eso tenía que haber alguien siempre cerca del lugar,
que se encargase de ello.
A falta de imágenes reales y del mismo lugar, he aquí algunas tomadas de páginas de Internet:
A falta de imágenes reales y del mismo lugar, he aquí algunas tomadas de páginas de Internet:
Gramola parecida a la de Joarilla. (traveso.es) |
Discos como los utilizados en aquella época. (eldesván de la abuela.com.) |
Y en una esquina del
mismo salón, sobre una plataforma de madera elevada, se encontraba el
organillo, utilizado con frecuencia, sobre todo cuando faltaba la electricidad,
que ocurría a menudo. A veces también gustaba a la gente bailar al son y ritmo
de este antiguo y típico instrumento.
Organillo con su manivela, muy parecido al de Joarilla. |
Se bailaba en el salón
dando vueltas a las columnas de madera y a veces a gran velocidad, según el
disco y la música o canción de que se tratase. Ocurría cuando se escuchaban
pasodobles. Pero había otros muchos temas musicales. Por entonces tenía fama la
cumparsita, el tilingo, la raspa, etc.
Lo cierto es que todos
se divertían, unos bailando y otros viendo el baile, de pié o sentados en los
bancos de madera, que rodeaban la sala. La verdad es que eran muchos los
espectadores, que ocupaban el portalón y demás espacios en torno al baile.
Hasta los niños, a los que no se les dejaba entrar, merodeaban por allí, entre
la gente mayor.
Y si alguno quería
tomar alguna bebida tenía que subir a la parte de arriba de la casa en donde se
encontraba el café.
2.- Efectivamente por una escalera de madera se
subía al café-bar que ocupaba el espacio o habitaciones que daban a la calle.
Las que daban al lado contrario servían y sirvieron durante mucho tiempo de
vivienda familiar.
En el café había mesas
de madera, unas alargadas y otras más cortas. Pero también las había de mármol
con el soporte de hierro, de más valor y antigüedad. En estas se sentía sonar a
las fichas del dominó cuando jugaban.
Mesa de marmol con soporte de hierro. (mobiliario.ganga.es). |
La barra del bar-café
estaba a la entrada, a la derecha, y allí atendían a los clientes que llegaban
y que no se sentaban en las mesas. Cafés, mistela, oranges, también cervezas y
copas de licores diversos, que estaban en uso por aquellos años.
A falta de frigorífico
o nevera se disponía de una bodega en la parte paja de la casa, concretamente
en el portalón, a pocos metros de la entrada. Allí estaban al fresco todos los
refrescos y demás bebidas que se iban a servir y consumir en el bar. Pero
lógicamente había que subirlos de la bodega a la parte de arriba. Esto
originaba que los viajes a la bodega fueran muchos, y de modo continuo, durante
el tiempo en el que el café-bar estaba abierto.
En esta tarea
ayudábamos todos. Recuerdo, siendo niño,
haber subido y bajado aquella escalera cientos de veces en pocos años.
Fueron muchos los oranges, mirindas, gaseosas, y demás refrescos de la época,
que pasaron por mis manos de la bodega al café-bar del piso superior.
En el centro de la sala
que hacía de café había una estufa de carbón con el tubo del humo saliendo
hacia la calle. Durante los fríos días del invierno, por la mañana temprano,
encendían la estufa para calentar el local. Los primeros que llegaban se
acercaban a ella para entrar en calor, antes de tomar algo o comenzar la
partida de cartas o dominó. Con la estufa y el sol que entraba por las ventanas
que daban a la calle se mantenía caliente el local, en el que muchos vecinos
pasaban la tarde en los días del invierno.
Los domingos y días
festivos era algo especial, pues, terminada la misa, era el café la mejor, y
casi la única
diversión que había, pues, eran muchos los que iban a tomar el vermut, o la mistela,
con una tapa de aceitunas, anchoas u otras de las que solían preparar para la ocasión.
Durante muchos años el
café-bar El Pollo fue el único
existente, de ahí que fuera muy conocido por personas del pueblo y también por
forasteros. Y un lugar frecuentado cuando había bodas u otros acontecimientos
familiares, además de los domingos y días festivos, en que solía haber baile. Incluso en este local se
representaban comedias a cargo de grupos locales o compañías de otros
lugares.
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